No pretendo hacerme el culturoso, ni decir que no miro tele basura, porque de hecho la miro. Es un descanso cotidiano, un momento en el que me río de lo que veo y de mi mismo. Sin embargo, a la hora de hacer una crítica y escribir una artículo de opinión para la facu, no pude evitar pensar sobre la calidad de lo que vemos en la caja boba, y surgió esto:

Los contenidos y el rating, esa extraña pareja


A nuestra televisión le sobran números y le faltan matemáticas. El año pasado, uno de los picos de rating más altos se registró en el momento en que Marcelo Tinelli le planteaba a Rocío Marengo cuentas que no podía resolver. “¿Cinco por siete?”, preguntaba el bolivarense, mientras la defensora del koala sudaba como en un juicio.
Hace unas semanas, todos festejábamos que Karina Jelinek supiera el nombre de un país de África. No sólo esto, sino que además sabía que el país se encontraba efectivamente en ese continente. Acto seguido, la erudita morocha hablaba de una técnica milenaria. Curiosamente, tenía sólo quinientos años de antigüedad.

Los números no cierran. A menos contenido, más puntos de rating. Incluso, en ocasiones, se muestra de más, pero con menos sustancia. Pasamos de mirar con fruición las abundancias físicas a las vacuidades mentales. De la escena vacía al vértigo de mostrarlo todo. ¿Quién no ha mirado cómo dieciocho imberbes dormían la siesta durante minutos, si no horas? ¿Cuántas veces cambiamos de canal para pasar de eso al crimen en vivo y en directo?
Parece que nada es suficiente.
A la televisión no le falta calidad. Le faltan ojos con criterio, que hagan zapping ante lo abominable, en lugar de clavar la mirada con el pochoclo en la mano. Los mismos que nos llenamos la boca criticando el reinado de los culos, les damos de comer sintonizando su desfile.
El problema es la evasión. Miramos y admiramos lo ligero para no hacernos cargo de lo denso. Le damos vacaciones a nuestras neuronas para no realizar el trabajo de ponerlas en marcha.
Y como siempre que se evade, los números no cierran.
En la contabilidad, la solución son los asientos de ajuste. Pero esta vez, si queremos buen balance, no habrá que ajustarse al asiento.